jueves, 14 de agosto de 2008

Aroma latino

La Marqueta la cerraron hace unos años, me explicó una mujer muy simpática que pasaba por allí. Bueno, en verdad era yo quien pasaba por allí, porque yo, y no ella, era el forastero. Me preguntó en spanglish - ese híbrido lingüístico a veces incomprensible - de dónde era. "¿Ah sí? Pues hasta hace poco había un padre de Barcelona predicando en mi parroquia". Sonreí y respiré aliviado: un padre y encima de Barcelona. Luego ella siguió su camino. Yo me quedé un rato embobado. La Marqueta llevaba años cerrada y yo había venido expresamente para verla. Estaba en el East Harlem, más conocido por sus lugareños como "El Barrio" o el Harlem Español. Era una mañana de domingo, y me apetecía pasear por esa zona tan entrañable: gente sentada en las aceras, con sus sillas y mesas invadiendo la calle; coches pasando a toda leche con la música a todo volumen; salsa; restaurantes caribeños y mexicanos, etc. En la calle 116 con la Avenida Lexington habían abierto una de esas ferias que me recordaban a las de mi antiguo barrio de Tarragona. Recordarán bien: la rana, una noria, los autos de choque... Nadie de los que después nos desfogamos de adolescentes en Port Aventura nos atreveríamos a subir en esos aparatos roídos por tiempo.

De vez en cuando veía algunos turistas con sus guías en la mano, para sorpresa y hazme reír de los vecinos de El Barrio. Sin duda, para muchos turistas y neoyorquinos el East Harlem es un lugar exótico. Los puertorriqueños que llegaron en la década de los ´50 construyeron su particular Puerto Rico. Más tarde llegaron los dominicanos. Ya estaba casi el Caribe al completo, cuando llegaron los mexicanos. El Barrio, entonces, ganó en exotismo, al parecer de sus conciudadanos. Todavía no entiendo tanta rivalidad entre bandas, quiero decir, entre paisanos: los puertorriqueños se agarran un mosqueo si se les confunde con los dominicanos (y viceversa); y con los mexicanos... bueno, ni tocarse. Esto en la teoría. En la práctica están todos bien mezclados, como ocurre en las mejores familias. Menuda lección de realismo para los más obtusos multiculturalistas. No por una presunta identidad panhispánica, que no existe, por mucho que El Diario y demás medio(cre)s se esfuercen en crearla y sacar réditos de ella. Se trata del peor sensacionalismo, qué duda cabe, esto de las identidades y demás artificios de la tribu en esta época contemporánea.

Unas calles más abajo se encuentra el Upper East Side, la zona más adinerada de Nueva York. Se acabó lo exótico: lujo, coches caros, museos, grandes restaurantes, joyas, etc. Se acabó la comunidad y llegó el individuo. La pobreza y el dinero. Y luego le achacan al individualismo todas las miserias de nuestras sociedades. Sólo hay que bajar de El Barrio al Upper East Side. Un tránsito de la comunidad al individuo. Menuda lección.

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