domingo, 10 de agosto de 2008

La primera libertad

José Reinoso, en El País, batea fuerte: "La historia china del último siglo -marcada por la guerra civil, hambrunas, caos político y aislamiento- explica en buena medida por qué la mayoría de la sociedad no reclama cambios políticos y por qué los Juegos Olímpicos son un motivo de celebración para muchos ciudadanos, a pesar de las voces disidentes, debidamente silenciadas. El país es estable y cada vez más rico [subrayado mío]". Cuando llegué aquí pensé que uno de los grandes beneficios de la diferencia horaria era que podía adelantarme a mis paisanos al leer la prensa de mi país. Con el tiempo cambié de idea, y llegué a la conclusión de que de beneficio nada. En todo caso, una vergüenza. El corresponsal en Pekín del primer diario español se permite un extensísimo reportaje propagandístico. Un brindis al sol para celebrar el ascenso chino. Y ya de paso celebremos también la pérdida de la hegemonía global del maligno. Léase, Estados Unidos. Nada que ver con lo que puedan escribir un The New York Times aquí o un The Washington Post. Tampoco hace falta venirse tan lejos. Por Europa se pueden leer buenos trabajos, como este estupendo reportaje del semanario alemán Der Spiegel.

No es la primera vez que hablo de la prensa de Estados Unidos. En Nueva York circulan dos de sus grandes diarios: el New York Times y el Wall Street Journal. Cada día presentan sus extensas noticias citando fuentes, con entrevistas y documentación. Una maravilla. Ante la pirotecnia china, los periódicos de este país se dedican simplemente a hacer periodismo. Nada más. Y, tampoco, nada menos, visto cómo está el patio. Abrieron hace poco un colosal museo en Washingston, el Newseum. Han hecho falta siete plantes para presentar la historia del periodismo, que es también, primordialmente, la historia del siglo XX. También es principalmente la historia del periodismo estadounidense. No vale llegar allí y criticar la poca presencia del periodismo de otros países. Salvo algunas excepciones europeas, el único periodismo que realmente merece ese nombre es el que se hace en este país tan injustamente odiado. Es la única conclusión posible. Si todavía queda honestidad para reconocerlo.

Post Scriptum. "Una conclusión se impone al visitante, cuando, en esta mañana de primavera fría y lluviosa, termina la visita: a lo largo de la historia, el periodismo en los Estados Unidos ha gozado de una libertad extraordinaria para criticarlo todo, sin eufemismos ni pelos en la lengua. No hay país que se haya sometido a una autocrítica semejante. No siempre fue fácil. Hubo muchas batallas y obstáculos en el camino, pero, aun en los períodos más difíciles -los años del macartismo, por ejemplo, o el recientísimo de los escándalos de Abu Ghraib y Guantánamo-, siempre aparecieron órganos de prensa y periodistas que se enfrentaron a los intentos de censura del Gobierno o de los poderes fácticos -las fuerzas armadas, las corporaciones, las iglesias, los sindicatos-, y fueron a pelear a los tribunales y la justicia terminó dándoles la razón. No es difícil establecer un vínculo entre este hecho -el de haber tenido un periodismo independiente y crítico a lo largo de toda su historia-, y ser Estados Unidos uno de los escasísimos países del mundo que puede jactarse de no haber padecido nunca un dictador. Porque la ecuación es infalible: el grado de libertad de que goza la información es un reflejo inequívoco de la libertad que existe en el conjunto de la sociedad, y viceversa. Se trata de una regla que no tiene excepciones". Mario Vargas Llosa, "El cuarto poder", El País, 4/5/2008.

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