sábado, 26 de julio de 2008

Ellis Island o cómo se creó EE UU (y 2)

Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se enfrentó al problema que ya habían tenido otras naciones: crear patriotas. Había alemanes, polacos, irlandeses, italianos, pero faltaban patriotas. Era un asunto especialmente delicado: al otro lado del Atlántico había empezado una guerra entre europeos, y Estados Unidos estaba formado por esos europeos que ahora se peleaban al otro lado del charco. Así que llegó el tío Sam y decidió meter a todos esos inmigrantes en un marmita. Y, venga, a crear ciudadanos. A eso los más refinados lo llamaron "melting pot". Se tomó como patrón la cultura de la élite, que era anglosajona. Y la verdad es que salieron la mar de guapos: empezaron a hablar inglés, las generaciones posteriores perdieron el idioma materno y hasta los más oscuros empezaron a parecer blancos (aquí los negros se dejarán a un lado, para otro día).

El museo de Ellis Island muestra la ingente cantidad de publicaciones en varios idiomas que había en Estados Unidos, sobre todo en Nueva York, antes de la guerra. Durante la contienda, todos esos periódicos y revistas tomaron partido por el país de acogida, que no era otro que su único país. Y como quedaba algún que otro rezagado que no sabía por quien apostar, se les explicaba en alemán, italiano o polaco que eran americanos y que tenían que defender a su país (Estados Unidos, se entiende). Fue muy duro para los alemanes, que se ganaron varias enemistades. No tuvieron suficiente con que les cambiaran los apellidos; además, en algunos lugares, les prohibieron hablar su idioma.

El tiempo ha pasado, pero todavía se sigue hablando de Italian-Americans, German-Americans, Irish-Americans, Jewish-Americans y demás Americans con un guión delante. Incluso de Asian-Americans (este último, de reciente creación). El multiculturalismo ha revitalizado las raíces primigenias, a pesar de que ninguno de los asignados se identificarían con esa adscripción. Pero no importa, para eso están los burócratas del censo y los activistas de las minorías oprimidas y alienadas. Y eso ocurre en la cultura más híbrida y mestiza que jamás se haya visto.

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