viernes, 25 de julio de 2008

Ellis Island o cómo se creó EE UU

Llegó el ferry y empecé a notar náuseas. No por el viaje, sino por el espectáculo. Para que se hagan una idea: Ellis Island la podría haber comprado Port Aventura y nadie hubiera notado la diferencia. Ya sé que esto va a sonar a la vieja cantinela de "odio tanto turista" cuando yo soy uno de ellos. Esta vez mi ingenuidad me llevó al sitio equivocado: yo creía llegar a un lugar virgen, y fui a parar a un parque de atracciones. Está claro que me había equivocado de lugar. Y seguramente de día. Pero qué más da. Ya estaba allí y tenía que verlo.

Ellis Island se ha convertido en una de las islas de visita obligada en esta ciudad. Después de la Estatua de la Libertad, tal vez sea la más frecuentada por turistas. La Estatua de la Libertad puede ser omitida en el itinerario perfectamente: es un pérdida de tiempo y de dinero. Desde el ferry que va a Staten Island, que es gratis, se puede contemplar bien. Con eso basta. Sin embargo, me precipité al juzgar Ellis Island con tanta dureza nada más llegar. Incluso el museo. Cuando entré, pensé que me encontraba ante un monumento a la barbarie. Me desagradaba la idea de convertir en atracción turística una isla que había sido el lugar de recepción de 12 millones de inmigrantes llegados de otros lugares del mundo.

Para evitar el disgusto, uno debe sortear la planta baja sin detenerse. No hace falta mirar a los lados ni leer los grandes rótulos, salvo aquel que dice "planta 1". Llegado allí, llegó la calma. Y cuantas más plantas se sube (hay un par más) más calma. Muchos turistas vienen con familias y apenas aguantan el embate de la primera. Y no es para menos: ser turista es muy cansado.

Entre 1892 y 1954, Ellis Island fue el lugar donde llegaban los barcos cargados de inmigrantes. Allí se les sometía a diversas inspecciones médicas, se cercioraban de que los recién llegados tuvieran dinero suficiente para no tener que mendigar por las calles y se les asignaba un destino. Durante ese tiempo, 4 millones de personas se quedaron en la ciudad. El resto fue a parar a otros lugares del país. Nueva York era el destino del 70% de los barcos que zarpaban a Estados Unidos llenos de inmigrantes. El museo no tiene pudor en mostrar las malas condiciones en las que éstos eran recibidos: muchos pasaban días hacinados en el barco hasta que por fin podían desembarcar; se les obligaba a dejar las maletas amontonadas en un rincón, y muy pocos las recuperaban; los médicos no contaban con apenas recursos para examinar detenidamente a esos desgraciados, etc.

También se explican anécdotas muy divertidas, como la de aquella niña que en un test de inteligencia le preguntaron: "¿Por dónde empezaría a limpiar las escaleras, por abajo o por arriba?". Y la muchacha, más fresca que nadie, respondió: "No he venido a América a limpiar escaleras". Y la historia de aquel inmigrante italiano: "Llegué a América porque había oído que las calles estaban pavimentadas con oro. Pero cuando llegué aquí descubrí tres cosas: primero, que las calles no estaban pavimentadas con oro; segundo, que ni siquiera estaban pavimentadas; tercero, que era yo quien tenía que pavimentarlas".

El museo se detiene en explicar ampliamente la época con mayor inmigración en Estados Unidos: de 1880 a 1924, cuando se empezó a formar el "melting pot" americano. Y explica aspectos de los más curiosos: el gobierno norteamericano enviaba agentes a Europa para traer inmigrantes y poder poblar todos los territorios por los que se iba expandiendo. El Viejo Continente no se encontraba en tan buen momento como ahora: ya saben, entonces la gente se nos iba. Fueron legión los alemanes, italianos e irlandeses que inmigraron a la isla. También fueron a parar muchos armenios que huían de la persecución turca. Según el censo que se muestra, la descendencia alemana es la más numerosa. En el siglo XIX llegaron a haber tantos alemanes, que cuando se debatió el reconocimiento de un idioma oficial algunos congresistas propusieron el alemán en lugar del inglés.

En resumen, esa isla es ahora el testimonio de la historia de Estados Unidos. Un país inmenso que en pocas décadas fue levantado por el tesón de varias generaciones de inmigrantes de todos los rincones del mundo. Todos huían de la situación de pobreza y persecución que se vivían en muchos países europeos y asiáticos. Y todos buscaban lo mismo: prosperidad y libertad. Sólo en el siglo XX se ha dado un fenómeno parecido, pero a escala mucho más reducida y en un contexto de mayor peligro: el estado de Israel. Del que por cierto, este pasado mayo se cumplieron 60 años desde su fundación.

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