martes, 29 de julio de 2008

Una cultura muerta

He vuelto a la Hispanic Society. Esta vez, por encargo. En el museo conocí a una profesora de literatura española de la Universidad de Santiago de Compostela. Lleva todo el verano trabajando en la Biblioteca Pública de Nueva York y siguiendo el rastro de los escritores españoles de principios del siglo XX. En la Hispanic Society hay firmas y dedicatorias de Juan Ramón Jiménez o Valle-Inclán. La mayoría de esas rúbricas pasa desapercibida al visitante, pues se encuentra escondida entre las columnas. Hay una dedicatoria de Rubén Darío a Archer Milton Hutington, el fundador del museo. La firma se encuentra tras un retrato de Ramón y Cajal, justo a la entrada. Esa profesora de literatura española acaba de hacer un hallazgo. Me pide que no lo publique. Es una estupidez, la verdad. La petición se eleva al estatus de exigencia, algo muy común entre la gente de mi país: "No me chafes la investigación, que llevo meses en esto". No puedo dejar de sonreír. Por su tono, parece que esté en algo entre el Watergate y los misterios del 11-M. Constato una vez más cómo algunos investigadores de mi país cambian el rumbo de nuestra historia rastreando por medio mundo el lugar donde tal escritor echó su primera meada, la calle donde paró para colocarse bien los huevos, tirarse un pedete y gritar "bingo". En fin. Luego saldrá publicado en una revista que sólo leerán los compañeros del departamento (si acaso) y quedarán orgullosos de ese gran descubrimiento. Que no se preocupe, le dejo con su Watergate.

Luego entrevisto a Marcus Burke, el conservador de arte del museo. Burke es un tipo muy entrañable y con gran sentido del humor. Me habla de las exposiciones del museo, el fundador y demás cosas que ya (a)noté antes. Me enseña la Biblioteca, un lugar donde se guarda manuscritos raros, una de las primeras copias de "La Celestina" y un mapa del mundo dibujado por Juan Vespucci en 1526. Según me cuenta esa profesora de literatura, son muchos los filólogos españoles que vienen a investigar a la biblioteca del museo. Burke dice que dispone de un fondo bibliográfico enorme. Más de 15 000 libros impresos antes del siglo XVIII. 250 de ellos son incunables. Luego me lleva a La Sala Sorolla. Está ahora cerrada por reformas y porque los cuadros están viajando por España. Hutington tenía una especial predilección por Sorolla. Fue coetáneo suyo y se trajo buena parte de sus obras de arte a la Hispanic Society. Con consentimiento del autor, aclara Burke. Hutington no quería expoliar España, aunque se empeñó en comprar el país entero. Todo, salvo los manuscritos, lo adquirió fuera de la Península. En países como Francia e Inglaterra, y de forma legal.

Me fascina esa figura de Hutington. Todavía no entiendo por qué esa obsesión por un país que a nadie la interesaba a finales del XIX (su tío le reprochó una vez: "es una cultura muerta"). Con 12 años hace un viaje con su madre, visita París y Londres, y cuando visita el Louvre dice que quiere vivir en un museo. Lee un libro sobre los gitanos en la Península Ibérica y se empieza a aficionar (por España, creo). París, Londres, Vivir en un museo, gitanos, España, cultura muerta. Creo que poco a poco lo voy entendiendo.

No hay comentarios: