viernes, 18 de julio de 2008

Hispanic Society

(A Núria Valero, que estaba de paso)

Enric González tenía toda la razón: la Hispanic Society es uno de los lugares que nadie debe perderse cuando visita esta ciudad. Se encuentra en un lugar a salvo de turistas: la calle 157 con Broadway. Es decir, El Bronx. Es decir, no-hay-cojones-a-venir-aquí. El lugar no es peligroso siempre y cuando se tomen las debidas precauciones: no subirse los calcetines hasta las rodillas y guardar la cámara de fotos. Hasta la 155 las garantías constitucionales siguen vigentes. De allí para abajo, sólo Broadway constituye un buen parapeto. Dar un paso al este, Amsterdam Av., significa tentar un poco la suerte. Pero sólo un poco. Un paso más al este... lo siento, no he querido llegar tan lejos. El Bronx pasa por ser el barrio más peligroso de Nueva York. En especial, la zona del este. Bajar por Amsterdam hasta donde empieza - o acaba, según se mire - el Spanish Harlem (calle 96 - 120) a cualquier hora del día es lo más. En contra del tópico, no hay tiroteos, ni coches quemados. Supongo que eso tendrá lugar más tarde y en zonas menos recomendables. Sí se puede ver gente con sus sillas en la calle, la música a todo volumen, comtemplando cómo pasan las horas. Esa es la vida del Bronx. Es fascinante.


Vuelvo a la Hispanic Society. Cuando uno llega parece tropezar con un templo griego abandonado. A juzgar por la aperiencia, nadie sospecharía que allí dentro hay un museo. En lugar de eso, uno esperaría perros famélicos babeando en busca de algo para meterse en la boca. O algún que otro vagabundo con su carrito de la compra coleccionando latas. En verdad, eso es lo mucho que se puede ver, porque por ahí no corren ni las hojas. Del suelo empedrado sobresalen hierbajos, las verjas están oxidadas, y las esculturas de la entrada parecen llevar siglos sin que nadie haya deparado en ellas.

El interior es pequeño y acogedor. Muy entrañable. Además de los cuatro voluntarios que velan por conservar el lugar, no hay nadie más. Una rara avis así se la debemos a un tal Archer Milton Hutington (1870 - 1955), un personaje multimillonario y con tendencias megalómanas que desde muy joven se obsesionó por España. Según cuentan, esa obsesión se le despertó en Londres después de leer dos libros que hablaban de la vida de los gitanos españoles. Mandó a su padre que le buscara una profesora de español de Valladolid y preparó un viaje a España. Su objetivo: comprar nuestro país. Cuando llegó a la península a finales de siglo, se dedicó a seguir el rastro de todos los personajes legendarios: hizo la misma ruta de El Cid de Burgos a Valencia, compró todo tipo de objetos que se le antojaban, desde las herramientas y armas del neolítico hasta cuadros de Goya, Velázques y Sorolla pasando por las tumbas de duques, obispos y otros personajes. En 1904 abrió el Museo de la Hispanic Society y allí echó, sin orden ni concierto, todo lo que había adquirido en sus viajes.

Hutington se dedicó a estudiar nuestra historia y orígenes en profundidad. Y luego, a divulgarlos en un país donde nadie tenía ningún interés por España. No se le escapó nada. Hurgó por todos los rincones del país hasta conseguir un buen fresco. Y el hombre acertó: visigodos, romanos, árabes, reyes, duques, infantas, vírgenes y curas. Tenía una especial devoción por estos últimos, a juzgar por todos los cuadros que cuelgan. Hay un fantástico Velázquez, un retrato del Conde Duque de Olivares (un gran hijo de puta, como todos sabemos después de haber leído el Capitán Alatriste), que preside la primera planta. Hutington se llevó hasta las vasijas y tumbas de algunos de los personajes más insignes de nuestra historia. Cuando digo más insignes, debemos entender más hijos de puta.

Este multimillonario, que heredó una de las grandes fortunas del Estados Unidos de su tiempo, tenía un gusto estético muy desordenado, muy postmoderno diríamos ahora. En el museo dejó caer de todo, desde un Goya a una tela morisca. El lugar tampoco daba para más; son dos plantas de no más de 90 metros cuadrados. En ese pequeño espacio consiguió realizar uno de los mejores museos que he visto en mi vida. Se puede contemplar con serenidad todos los detalles del templo sin temor a que un exabrupto, un comentario inopinado o un flash entorpezcan el curso de la contemplación. Es uno de los pocos lugares de esta ciudad que ha escapado de la cultura entendida como parque de atracciones. Sí, sé que es un verdadero tópico. Pero de lugares comunes tenemos el pensamiento lleno, y en no tan comunes, la Hispanic Society.

Post Scriptum. "Este topicazo oculta una verdad desoladora. La irresistible tendencia a la construcción de museos, Kunsthalles, galerías y otras arquitecturas llamadas 'culturales' debería considerar seriamente la necesidad de mantenerlas vacías, para aproximarse a una representación correcta y apropiada de nuestra actual condición de entretenidos. Se cumpliría entonces la función mágica de las artes, su capacidad para entretener sin estar presentes, en tanto que espacio sagrado donde se da lo artístico. Así lo quería Goodman: no importa qué es el arte, sino cuándo hay arte. En los espacios vacíos del arte, la presencia del flâneur es obra de arte, como el silencio es música en las composiciones de Cage. De ese modo las artes se habrían arrancado la última máscara y mostrarían un rostro sin rasgos, mondo, liso, un enorme huevo asombrosamente coincidente con el espíritu del tiempo, espíritu incapaz de alcanzar una meta, una conclusión, una finalidad, o el reposo, pero... ¡tan divertido!". Félix de Azúa, "Un verdadero tópico", Letras Libres, junio de 2002.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Javi, he leido un par de textos. Ahora estas viendo Nueva York como un aténtico campeón y tengo que decirte que me das una envidia tremenda. Tengo ganas de conocer la ciudad mas a fondo porque, como bien sabes, yo también me quedé con ganas de mas.
Aprovecha todo lo que te queda por ahí y ya nos veremos pronto cuando vuelvas. Yo tengo que contarte algunas novedades. A ver si con un poco mas de tiempo te escribo un mail y tu haces lo mismo, aunque sea para recordarme que soy muy cerda.

Un beso y un abrazo muy grande!

Fran :)